Me senté en la banca que tanto me gustaba frente al mar. Recordé que a pesar del tiempo esa banca había permanecido ahí siempre, en el mismo lugar, en la misma dirección. Y no había porque desesperarse o asustarse por perderla, la banca seguiría ahí unos cuantos años mas; si es que no era para siempre. Y yo también, yo también. Hoy era momento de sentarse en la banca y leer, soñar tal vez; mañana podría ser que decidiera acostarme a descansar y mirar el precioso cielo azul. Quizá unos años después, pasear y retozar en aquella banca no sería un paseo tan silencioso y solitario, y... ¿Quien sabe?
Por ahora solo disfruto del sol en la cara la tibia sensación de esos
rayitos de placer que me causan el saberme en paz.
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